Historias y canciones de la comunidad

Esta sección consiste en las historias y canciones que fortalecen una comunidad y la dotan de un sentido de querencia, que Juan Estevan Arrellano define como "lo que nos da un sentido de lugar, y lo que nos ancla a la tierra, lo que nos hace un pueblo único, porque implica un conocimiento profundamente arraigado del lugar, y por eso lo respetamos como nuestro hogar" (2014: 50). La querencia puede tener diferentes significados para diferentes grupos. Las comunidades indígenas tienen una conexión con la tierra que otros grupos nunca pueden comprender plenamente. Del mismo modo, en lugares como el suroeste de los EE.UU. las comunidades hispanas y latinas, algunas de las cuales han estado allí durante siglos, tienen una querencia que es desafiada por la llegada relativamente reciente de colonos europeos blancos. Otras comunidades entienden esta conexión de manera diferente debido a la esclavitud, el asilo político o la oportunidad económica que les han obligado a comprometerse con una patria anterior, figurativa o literal, junto con un nuevo sentido del lugar.

Originalmente escrito en 1571, La historia eclesiastica indiana de Fray Gerónimo de Mendieta nos ofrece un relato temprano de los europeos tratando de darle sentido al conocimiento espiritual poseído por los grupos indígenas. Rápido para denunciar violentamente las creencias indígenas como herejía, estos relatos nos proporcionan una visión, aunque sesgada y fragmentada, de los marcadores con los que se construyeron comunidades.

La genealogía circular de Nezahualcoyotl (ca. 1580) sugiere un sentido de pertenencia cambiante. Como un tipo de reclamo de tierras en el México colonial, la genealogía cuenta la historia de múltiples generaciones de una familia cuyos antepasados eran habitantes de élite originales de la zona. La transición está presente en el creciente número de nombres españoles en la genealogía, revelando el modelo colonial de evangelización. Es una historia de mestizaje, un fenómeno que el gobierno mexicano ha promovido durante mucho tiempo. Sin embargo, a menudo pasa por alto la realidad más oscura de que ser "mestizo" es dejar atrás las raíces indígenas.

El Camino al Mictlán (ca. 2018) de Catalina Delgado-Trunk nos regresa a esas raíces señalando el viaje a los nueve niveles del inframundo azteca. Aquí es donde los aztecas irían sobre la muerte, y el viaje necesitaba de un perrocompañero para guiar el alma más allá de los jaguares feroces y los vientos devastadores que soplarían cuchillos, entre otros desafíos. Camino al Mictlán es una parte integral de la cosmovisión azteca y, por lo tanto, un aspecto vinculante de la cultura.

Las culturas se establecen a través de las historias que narran. Ya sea junto a un fuego y con una guitarra como en una ilustración de Martin Fierro, o con los tambores africanos en la xilografía de Marcelo Soares, las comunidades se reúnen para compartir sus historias y canciones. En "Pedro y la acamaya" (2000) de Nicolás Patricio Vigueras y "Hay un mundo donde lo que no se ve, ¡existe!" de PCN (1978), las comunidades comparten historias, a menudo con un toque realista mágico, para explicar a los acontecimientos locales.

En las cartas de Miguel Ángel Asturias a su madre, el autor expresa el regocijo que sintió y el triunfo que fue la publicación de su primer libro, Leyendas de Guatemala (1930). Escrito en Francia, las historias de Asturias no solo atrajeron más atención a Guatemala y las narrativas de los grupos indígenas en el país, sino que también le regalaron a Asturias un sentido de pertenencia a su país natal y en momentos de intensa nostalgia.

Un fragmento de "Tata Vasco" (sin fecha) de Ernesto Cardenal concluye esta exposición reflexionando sobre una sociedad utópica establecida por Vasco de Quiroga en el Michoacán del siglo XVI y la esperanza de una utopía futura donde diferentes formas de conocimiento se informen mutuamente.